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Pokémon: La Heredera – Capítulo 2

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Capítulo 1


Al día siguiente, Dracma se despertó. No, no había sido un sueño nada de las locuras que le habían pasado en los días anteriores. Sí, su padre había desaparecido y ella se había convertido en entrenadora Pokémon. Pero las sorpresas no paraban ahí. En su móvil tenía un mensaje del Profesor Oak que le pedía que lo vea en su laboratorio cuando pueda. Nuestra protagonista tomó su bolsa, metió a Dratini en su pokéball y se dirigió al gimnasio de la ciudad. Erika le prestaba a su Tropius para volar adonde quisiera cuando quisiera.

Como el día anterior, Tropius emprendió el vuelo junto con Dracma y aterrizaron en el laboratorio de Pueblo Paleta. El Profesor la recibió y escuchó atentamente la gran historia de cómo Dratini había derrotado a un Oddish en el gimnasio. El Profesor sonrió, ese tipo de relatos le traía gratos recuerdos. Luego le pidió a Dracma su atención.

– Bien Dracma, si vas a ser una entrenadora y emprender un viaje debes tenerlo todo para comenzar. Sé que sabes de combates la teoría de los combates porque has visto a tu padre, así que solo te falta la práctica. Confío en que podrás convertirte en una exitosa entrenadora. – se emocionó Oak – Te preguntarás para qué te he llamado… bueno, es que ayer se me olvidó darte un par de cosas muy importantes. Toma, es para ti – le dijo entregándole un estuche y un papel plegado.

– ¿Qué es esto…? – dijo ella abriendo el estuche, que tenía ocho ranuras diferentes, como para poner algo dentro.

– Eso es un estuche para tus medallas de la región de Kanto. Todos los entrenadores que desafían a los líderes tienen uno. Cuando venzas a un líder, colocas allí la medalla que te den. Necesitarás las 8 si en algún momento quieres desafiar a la Liga Pokémon. – respondió Oak

– Liga Pokémon… – suspiró ella. – Suena difícil… y veo que esto otro es un mapa.

– Así es, si quieres ubicarte bien en Kanto debes llevarlo. La región tiene miles de recovecos que quizás quieras explorar. Es tuyo ahora, quédatelo.

– Muchas gracias, Profesor, de verdad que no hacía falta. – sonrió Dracma – Y… ¿ahora qué? No sé cómo comenzar.

– Pues bien, mira tu mapa. Estamos en Pueblo Paleta, y por si no lo sabes, aquí se dice que es el lugar ideal para comenzar nuevas aventuras. Lo mejor que puedes hacer es ir hacia el norte. Pasando la Ruta 1 te encontrarás con Ciudad Verde.

– Creo recordar que allí hay un gimnasio, bien, será el primero que desafiaré – dijo ella decidida.

– Espera un poco, jovencita. No creo que quieras hacerlo. El líder es ni más ni menos que mi nieto Azul, el más fuerte de la región. Sus Pokémon son temibles, creo que deberías desafiarlo más adelante, de lo contrario te haría papilla en un santiamén.

– Con que Azul… no sabía quién había ocupado el gimnasio de Ciudad Verde desde que Giovanni lo dejó… así que es él… – pensó en voz alta ella.

– Así es. Azul venció a tu padre en la Liga y luego perdió con Rojo en una final legendaria que fue transmitida en toda la región. Desde esa batalla que tu papá empezó a hacer un gran dinero como jefe de la Liga. – le contó Oak.

– Ya, me imagino, por ese entonces yo era bastante pequeña y no me interesaba el tema… además mi padre me ha contado muy poco sobre los entrenadores importantes que conoce, y es extraño, pues es su trabajo – reflexionó Dracma.

– Bueno, es que dado que la Liga es donde se decide todo con respecto a Kanto, es normal que no te haya contado cosas, quizás se te podía escapar algo delante de quien no debía, quién sabe… – pensó el Profesor.

– Sí, quizá tenga razón… bueno, entonces voy hacia Ciudad Verde pero no al gimnasio… – dijo revisando el mapa – podría cruzar el bosque e intentar en Ciudad Plateada, ¿verdad?

– Sí, puede estar bien. Brock es un gran líder y es ideal para entrenadores principiantes. Sería una buena decisión enfrentarlo primero.

– Muy bien Profesor, ¡muchas gracias por los regalos y la información! Mi próxima parada es Ciudad Verde – sonrió Dracma, su viaje acababa de comenzar.

Dratini salió de su Poké Ball y acompañó a Dracma arrastrándose. Ambos se adentraron en la Ruta 1, mientras ella tarareaba una canción que su padre solía escuchar cuando volvía a su casa cansado del trabajo. En el camino vencieron a algunos Pidgey y Rattata salvajes que salieron a su encuentro, pues Dracma quería que su Pokémon obtenga más experiencia en batallas. En cuestión de un par de horas atravesaron la ruta y llegaron a la ansiada Ciudad Verde.

Al llegar, Dracma se dirigió al hotel de entrenadores a descansar un poco. Estos hoteles habían sido construidos con todo el dinero que se recaudó en la Liga Pokémon luego de la gran oleada de entrenadores que desafiaron sin suerte al Alto Mando. Por decisión de Lance y para incentivar a los entrenadores a recorrer la región, se construyó un hotel en cada ciudad de Kanto, y se equipó con todas las instalaciones necesarias para que los entrenadores en viaje pudieran descansar de ruta en ruta.

Luego de unas horas de siesta, Dracma llevó a Dratini a sanarse al Centro Pokémon, y luego se pasó por la tienda de la ciudad para comprar todo el equipamiento necesario: afortunadamente contaba con mucho dinero que su padre le había dejado en caso de que necesitara, no olvidemos que Lance es el hombre más rico de la región. Luego de eso recorrió la gran ciudad: era su primera vez allí, y se volvió al hotel: había sido un día agotador. Había cruzado su primera ruta como entrenadora y había hecho algo de turismo en Ciudad Verde, donde nunca había estado. Su próximo objetivo lo tenía bien claro: llegar a Ciudad Plateada.

Al día siguiente, Dracma se levantó y emprendió el viaje hacia su siguiente destino, pero cometió un error: en lugar de ir hacia el norte, donde se encontraba el Bosque Verde, fue hacia el oeste, más precisamente a la Ruta 22.

Dratini y su entrenadora recorrieron la ruta, pero tan sólo encontraron algunos Pokémon salvajes y la entrada a la Liga Pokémon.

– Diablos… – pensó ella – me he equivocado, este no es el Bosque Verde, aquí debo venir cuando tenga las medallas… qué decepción… Bueno Dratini, vamos a dar la vuelta, no es por aquí.

En media hora volvieron a Ciudad Verde. Al llegar, ella escuchó que la llamaban por la espalda.

– Eh, ¡tú! – un chico de su edad, de cabello anaranjado la estaba esperando.

– Perdona, ¿quién eres? – se volvió Dracma desconcertada.

– Tú eres Dracma, me juego la cabeza. – dijo él con una sonrisa de superioridad – Existen pocos entrenadores en Kanto con un Dratini en su equipo.

– Me estás empezando a asustar… ¿nos conocemos? – dijo mientras Dratini se escondía detrás de ella.

– Soy Azul, el líder de gimnasio de esta ciudad. Perdona si te he asustado, pensé que me conocías. Mi compañera Erika ha enviado un mensaje a cada líder de la ciudad para avisarnos lo de tu padre y al verte con un Dratini supe que eras tú. – se presentó él.

– Vaya… así que tú eres Azul, el entrenador que venció a mi padre… encantada – se quedó perpleja

– Bueno, de hecho sí, no hemos sido muchos los que hemos batido a Lance, así que se podría decir que sí.

– Lo siento pero no quería molestarte, comencé como entrenadora ayer, así que no pensaba ir a tu gimnasio, quiero dejarlo para más adelante. De hecho, ya me iba – rió ella.

– Si me ibas a desafiar cuando tengas siete medallas, no iba a ser decisión tuya – le dijo Azul

– ¿Cómo? – no entendió Dracma

– Sí. Soy el más fuerte de los líderes, y si he aceptado manejar el gimnasio de Verde ha sido con una condición: que sólo me desafíen aquellos que ya hayan vencido a todos los demás líderes. – explicó Azul

– Vaya… ya veo… y ¿cuántos entrenadores te han desafiado? No muchos consiguen 7 medallas…

– Bueno, es cierto. Soy líder hace 4 años, y digamos que cada año vienen 8 o 9 entrenadores a retarme. Por eso me aburre este trabajo, pero no voy a dejarlo, lo hago para mantener a mi familia y porque sé que si alguien viene a buscarme, seguro será fuerte. ¿Tú vas a recorrer Kanto y conseguir las medallas? – le preguntó,

– Yo sólo quiero encontrar a mi padre. – le dijo ella – Para hacerlo debo viajar y hacerme fuerte, para defenderme sola, y eso conlleva intentar reunir las medallas. Espero poder lograrlo.

– Eres la hija de uno de los hombres más poderosos de la región, no te será fácil pues cuando la gente se entere de que andas viajando para conseguir las medallas, todos querrán retarte y te lo pondrán difícil. Sin embargo tu Pokémon parece fuerte y se ve que es tu compañero hace tiempo. Si se unen podrán llegar muy lejos.

Azul había cambiado. Ya tenía 18 años y no era el niño malcriado que sólo buscaba ser el más fuerte. Si bien no había dejado de ser engreído, su rivalidad con Rojo le había enseñado a no confiarse tanto, y con el paso de los años había adquirido muchísima más experiencia en combates y en la vida misma. Recordemos que tan solo a los 12 años él ya había recorrido todo Kanto y había vencido al Alto Mando entero, para posteriormente perder con su rival, Rojo.

Dracma sabía muy poco sobre él. Antes de encontrárselo allí en Ciudad Verde, sólo sabía que hace varios años él había ganado la Liga Pokémon, venciendo a su padre, pero que luego no podría defender el título ante Rojo. Fue una gran sorpresa verlo tanto tiempo después como el líder de Verde.

– Bueno Dracma, – prosiguió Azul – espero que puedas encontrar a Lance, es un gran hombre, y tú una gran promesa. Salúdalo de mi parte cuando lo veas. Me las piro, vampiro. – dijo y se fue hacia su gimnasio.

A nuestra protagonista le entró la curiosidad. Ella tenía entendido que si bien Azul tenía un gran talento con los Pokémon, también era un tipo con una personalidad sumamente asquerosa, y en cambio con ella se había portado muy bien. Guardó a Dratini en su pokéball y fue al gimnasio. Agachada, miró por la ventana del gran edificio y vio a Azul junto a sus Pokémon en medio de una gran arena de combates. Abrió los ojos bien grandes, Azul estaba alimentando y acariciando a un Pokémon.

Dracma sintió mucha ternura, y al mismo tiempo, mucho respeto. Azul tenía un Pokémon del cual se sabía mucho, pero poca gente había podido verlo. El Pidgeot que Azul acariciaba se veía muy feliz, y al terminar de comer voló cerca del techo del gimnasio para impresionar a su entrenador. Dracma, anonadada, miró unos minutos y decidió partir. Ya sabía dónde estaba el Bosque Verde, y se dirigió hacia ahí.

El periplo en el bosque fue agotador, y Dracma se tardó tres días enteros en superarlo. Tuvo que volver al hotel de Ciudad Verde a descansar, pues acampar en el bosque era peligroso, y tuvo que comprar varios más antídotos de los que pensaba que necesitaría. Los Pokémon bicho del bosque envenenaron a Dratini varias veces en sus combates, y ella al poseer un solo Pokémon en su equipo, no podía permitir que se debilite así como así.

Al tercer día, finalmente, lo consiguieron. Caminaron evitando la mayor cantidad posible de Pokémon salvajes que había en la hierba alta y encontraron la salida. Dracma quería capturar algún Pokémon, pero ninguno de los que había visto en el bosque le convencía.

– Lo hemos hecho, Dratini… allí a lo lejos se ve Ciudad Plateada. – dijo emocionada. Sin embargo, la emoción pasó a susto rápidamente.

Detrás de ellos oyeron un extraño zumbido y un aletear de alas persistente. Miraron atrás, y el ruido cada vez se oía de más cerca. Se quedaron quietos, hasta que al final llegó a ellos. Un Pokémon bicho mucho más grande se encontraba frente a ellos.

– ¿ESO ES UN…? – Dracma no pudo completar la frase. Sacó su pokédex, nerviosa, y apuntó al Pokémon.

“Scyther, el Pokémon Mantis. Destroza a su presa con las guadañas que tiene. Con una agilidad y velocidad de ninja, puede hacer creer que hay más de uno.” – dijo la Pokédex.

– No me lo creo… – suspiró ella, pero era verdad. El Scyther, atraído por la joven entrenadora, había llegado hacia ellos volando rápidamente, y ahora quería luchar.

– Muy bien Dratini, esto sí que será un reto.

– el Scyther salvaje los miraba fijamente, esperando para comenzar a luchar.

Colaborador ocasional.